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Tras Osaka, era tiempo para estar cuatro noches en Kyoto, ciudad conocida por su riqueza cultural y haber sido en el pasado la capital de Japón.
Aunque era una de las estancias más largas, no pude aprovecharlo como lo esperado puesto que tras Osaka mi estómago había decidido no estar de mi lado. Podríamos decir, que son gafes del oficio y esperados aunque no tan pronto. Tal vez era una señal de mi cuerpo para que parase un poco, puesto llevaba casi 3 semanas sin parar un solo día, así que me quedé un día y medio tranquilamente en el hostal.
Ya una vez en casi plenas condiciones, era momento para recuperar el tiempo perdido. Fue día de templos, cuando visité el Castillo de Nijo, los templos de Ginkaku-ji, Eikando Zenrinji, Nanzen-ji, Shoren-in, Kiyomizu-dera y Sanjusangendo. Más que los templos, que sin lugar a duda son muy bonitos, yo me quedaría con sus jardines y la naturaleza que allí se puede sentir. Mirabas hacia la izquierda, foto, hacia la derecha, foto. Todo era bellísimo.
Para acabar el día, vuelta por el barrio de Gion (que no Gijón), que se caracteriza por conservar sus calles con un aire de pasado, donde es muy fácil encontrarse Geishas paseando y haciendo el momento aún más bonito.
Poner en Kyoto en Google significa que te saldrá una foto de Inari, o vamos, estas puertas japonesas naranjas que se apilan una detrás de otra creando un pasillo donde todo el mundo que ha estado en Kyoto tiene una foto, pues es el lugar más visitado. Tras una hora de paseo desde el hostal a Inari, de nuevo, otra bofetada de expectativas contra realidad. Yo pensaba encontrarme un pasillo de unos 100/200 metros donde tomar la foto mítica, y no un pasillo que llevaba a una montaña que me tomo algo más de una hora llegar a la cima. Al principio, pasaba como Nara y sus ciervos, todo el mundo se apilaba para tomar la foto pensando que eso se acabaría y no habría otra oportunidad, pero según seguía y seguía el camino, y aumentaba la inclinación, los lugares donde hacer una foto tranquilamente aumentaban puesto que la mayoría de gente decidía no continuar. Yo, ya que estaba, seguí. Recuerdo ese momento especial en que tras haber caminado durante bastante tiempo, y con una digna sudada, llegué al punto que ingenuamente pensaba era lo alto cuando un cartel de “usted está aquí” me corregía, y me decía que estaba a la mitad. Estaba sediento, así que me compré una botella de agua, a pesar de haberme dado cuenta que el precio del agua aumentaba a la par que la altitud. No son listos ni nada. Paso a paso, poco a poco, llegué finalmente a lo alto. Allí me esperaba un pequeño cartel diciendo “Está en lo alto de la montaña” y un santuario que trasmitía calma. Lo importante era que había llegado hasta arriba, objetivo cumplido. Un par de minutos de descanso, y a descender lo subido.
Paseo de vuelta al hostal por el centro de la ciudad para ver la torre de Kyoto. Luego, justo de debajo de la torre, me encontré una tienda enorme de electrónica donde entré para curiosear lo que había. Había una sección de sofás de masajes, en los que la gente disfrutaba de ellos de forma gratuita, y yo con el cansancio, no iba a ser menos. Una hora! Una hora enterita probando los diferentes sofás. Masajes gratis de auténtico placer. Salí como nuevo. Qué pena no haberla descubierto antes, una auténtica recomendación que no está en ninguna guía turística.
Última noche paseando por Kyoto, por el mercado de Nishiki y sus calles colindantes.
Al dia siguiente, rumbo a Tokyo, la cual sería la última parada de Japón.
Un comentario en “3 días en Kyoto”